6. La sabiduría en las riquezas (1:9-12).
”El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.” Santiago 1:9-12
Santiago es una carta de sabiduría para el cristiano, vigente en cualquier tiempo. Como hemos ya estudiado en devocionales pasados, Santiago inicia su carta llamando a los cristianos a mostrar alegría cuando atraviesen por pruebas, luego invita a los creyentes a solicitar sabiduría a Dios en medio de las pruebas y aflicciones, posteriormente hace un llamado a procurar la fe al acercarse a Dios; y ahora, Santiago exhorta a los creyentes a ver el peligro de las riquezas como tentación, y a valorar la riqueza espiritual por encima de las riquezas del mundo.
El llamado de Santiago es, primero, a los cristianos de humilde condición, a sentirse orgullosos y no avergonzados de su humilde condición, pues, aunque en esta vida padezcan necesidad o sean tratados con desprecio, ¡Dios los considera ricos!
El creyente en Cristo posee una posición espiritual que le permite ser participante de las riquezas espirituales reservadas para Jesucristo; el Padre ha bendecido a sus hijos a través de Cristo, con toda bendición espiritual (Ef. 1:3). Estas bendiciones de Dios para sus hijos son sublimes, seguras y eternas, reservadas con Cristo en los cielos.
”El hermano de condición humilde no se avergüence de ser pobre, porque Dios lo ha puesto en un lugar de honor” v. 9 PDT
Segundo, el llamado al que es rico, es a no gloriarse de sus riquezas terrenales sino a gloriarse en su posición celestial que ha recibido en Cristo, esto abarca gloriarse en las pruebas, aunque ellas incluyan perder sus riquezas materiales.
Santiago compara las riquezas materiales con la flor de la hierba que, al salir el sol con calor abrasador, seca la hierba y su flor se cae y perece su hermosa apariencia. Así son las cosas materiales, perecederas, de tiempo limitado, de alegrías cortas.
Aunque la Biblia nunca señala como un pecado a la posesión de riquezas materiales, sí lo hace a quienes las tienen por prioridad, a quienes se afanan en acumularlas, a quienes confían y se jactan de ellas (Pr. 23:4; Mt. 6:24; 19:16-30; Lc. 12:18-20; 1 Ti. 6:10). Las riquezas materiales son un peligro/tentación para no obedecer al evangelio (Lc. 8:14-16).
Santiago más adelante en su epístola, señala la calamidad de quienes se enorgullecen de sus riquezas materiales: ”¡Oigan, ricos! Siéntanse tristes y lloren por todo lo que van a sufrir. Sus riquezas se pudrirán y las polillas se comerán su ropa. El oro y la plata ya están perdiendo valor. Esa basura será la evidencia en su contra el día del juicio. Su afán por las riquezas pasajeras los consumirá como fuego. Ustedes han amontonado todo eso en un mundo que llega a su fin” Stg. 5:1-3 PDT.
Reflexionemos:
El cristiano sabe identificarse en un mundo lleno de tentaciones materiales y sabe reconocer que su verdadera riqueza se encuentra reservada desde la eternidad, en Cristo.
Es fácil caer en el engaño de estar saciados por los placeres que ofrece el mundo, pero confiar en ellos es vano, pues las riquezas materiales son pasajeras y sus alegrías cortas.
La Palabra de Dios llama al cristiano a poner sus prioridades en los asuntos celestiales y eternos. Puesto que ya estamos en Cristo, nuestras aspiraciones, deseos y pasiones son distintos a los que antes teníamos, cuando éramos guiados según nuestras aspiraciones mundanas, ”Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” Col. 3:2.
¡La verdadera felicidad se encuentra en Dios y no en las cosas del mundo!
En resumen: el cristiano que es pobre debe ignorar que es pobre en la tierra y el cristiano que es rico debe ignorar que es rico en la tierra, pues el verdadero tesoro de ambos se encuentra en el cielo, reservado en Jesucristo.