“El camino del necio es derecho en su
opinión; Mas el que obedece al consejo es sabio.” Proverbios 12:15.
El hombre necio siempre piensa estar en el camino correcto, no acepta
el consejo de Dios para conducir su vida. Sus decisiones están basadas en el aquí
y en el ahora sin tomar en serio las consecuencias de sus actos. El necio
determina el bien, el mal, la verdad y falsedad de acuerdo a su propia manera
caída de pensar.
El hombre necio se convierte en su propio dios. Hace sus propias
reglas, justifica su propia conducta; por consecuencia pasa por alto el pecado
y no le interesa la opinión de Dios en su vida.
”A los necios no les importa si Dios los
perdona o no…” Pr. 14:9 TLA.
El necio aborrece la sabiduría, y se enorgullece mucho de lo que sabe,
acumula mucha información pero tiene poco entendimiento.
”Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no
escogieron el temor de Jehová, Ni quisieron mi consejo, Y menospreciaron toda
reprensión mía, Comerán del fruto de su camino, Y serán hastiados de sus
propios consejos. Porque el desvío de los ignorantes los matará, Y la
prosperidad de los necios los echará a perder” Pr. 1:29-32.
Por todo esto, el fin del necio es destrucción por haber despreciado a
Dios y su sabiduría. Su estilo de vida basado en el egoísmo le llevará a sufrir
y lamentar las consecuencias de su pecado.
En contraste, el hombre sabio se muestra prudente, sabe escuchar el
consejo de Dios y en consecuencia es obediente a su Palabra. El hombre prudente
tiene su mente en la eternidad y no en este mundo.
El hombre prudente sabe que el principio de la sabiduría es el temor al
Señor (Pr. 1:7), por lo mismo, no excluye nunca a Dios de sus planes, camina
con prudencia, se conduce con rectitud y reconoce la verdad de Dios en todos
sus caminos.
El hombre sabio camina en Cristo, en quien están escondidos todos los
tesoros de la sabiduría y del conocimiento (Col 2:3). El hombre sabio ha sido
reconciliado con Dios, ha elegido el regalo de vida eterna; tiene una mente
transformada por el poder del evangelio de Dios, y ya no anda en la vanidad de
su mente (Ef. 4:17,18).
Mientras que el necio se cree sabio en su propia opinión, el hombre
sabio teme al Señor, busca el consejo en su Palabra y se aparta de la maldad: ”No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal”
Pr. 3:7
Por consecuencia, el hombre sabio es feliz, bienaventurado y dichoso;
es conducido por el Espíritu de Dios y por tanto conoce la verdad (1 Jn.
2:20,21); este camino lleva a la vida eterna.
Busca la sabiduría de Dios
¡acércate a su Palabra, la fuente de toda sabiduría!