LA PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA
”Entonces él les
refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros,
teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el
desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la
pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa,
reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado
mi oveja que se había perdido. Os digo
que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por
noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” Lucas 15:3-7.
Este trío de parábolas: la oveja perdida, la
moneda perdida y el hijo perdido, son la respuesta de Jesús a los fariseos y
publicanos que le acusaban diciendo: _”este
a los pecadores recibe, y con ellos come”_ v. 2. La religiosidad de los
fariseos les hacía creerse justos y rechazar religiosa y socialmente a aquellos
que ellos veían como “pecadores”. Por esto Jesús refirió estas parábolas, para
expresar a través de ellas, la preocupación de Dios por el pecador perdido y el
gozo de recibir a uno arrepentido.
Se sabe que la oveja es uno de los animales más
torpes; son distraídas y desobedientes, además de ser incapaces de regresar al
rebaño cuando están perdidas; por lo mismo nunca podrá una oveja salvarse a sí
misma cuando está en peligro. La oveja perdida no sabrá distinguir entre un
alimento nutritivo de uno venenoso estando sola en el campo; estará expuesta a
caer de un barranco peligroso o atorarse en algún espinado matorral; por la
naturaleza de su pelaje se ensuciará con facilidad y será presa fácil de un
depredador en el campo. La oveja perdida depende completamente del rescate
oportuno de su pastor.
El punto más importante de la Parábola de la
oveja perdida es, que la oveja no regresó por sí misma al redil, el pastor no
la estaba esperando a que ella regresara como muchas veces se piensa. Más bien,
el pastor en su amor y preocupación fue a encontrarla porque esta estaba extraviada
y no sabía el camino de regreso.
Así la salvación no consiste en que el hombre
haya regresado a Dios por su propia decisión, sino que Jesús, el buen pastor,
salió al encuentro del pecador perdido y lo encontró en soledad, en angustia, herido
y lastimado en su pecado. De regreso no solamente le orientó en el camino, sino
que lo cargó tiernamente en sus hombros pues lo vio débil (Ro. 5:6).
Así como el pastor regresa feliz al rebaño
cargando en sus hombros a la oveja que estaba perdida, el Señor nos regresó un
día a su redil, cargándonos en sus brazos amorosos y tiernos. El gozo de traer
a un pecador arrepentido al rebaño, es aun mayor que por aquellos creyentes que
no necesitan tal arrepentimiento porque estos ya pertenecen al rebaño.
Amado amigo, Dios sigue buscando a quienes están
perdidos. A diferencia de las ovejas, el ser humano es llamado a arrepentirse
de sus pecados delante de Dios, y decidir regresar a él. Solo a través de
Cristo, nuestro amante pastor, podemos tener vida eterna y perdón de pecados.
”Yo soy el buen
pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas… Yo
soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen… pongo mi vida
por las ovejas. También
tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y
oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor” Jn. 10:11,14-16
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