1. Santiago, siervo de Jesucristo (1:1)
”Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.” Santiago 1:1
La epístola de Santiago es una de las más antiguas escritas (44-49 a.C.), redactada por Santiago, el medio hermano de Jesús (Mt. 13:55), quien llevaba por sobrenombre, “Santiago, el justo”.
Es notable la vida de Santiago, un fiel discípulo y seguidor de Cristo, pasó de ser alguien que no creía en Cristo aun cuando este había crecido con él en el seno de su misma familia (Jn. 7:5), a un ser hombre transformado por el poder del evangelio, quien llegó a ser líder en la iglesia de Jerusalén (Hech. 15:13) y un hombre de gran testimonio y servicio en el primer siglo del cristianismo (Ga. 1:19; Hech. 12:17). La aparición de Cristo resucitado fue un aspecto vital para transformar la vida de sus discípulos, así pasó con Santiago (1 Co. 15:7).
La tradición señala a Santiago como un hombre lleno de devoción y gran amor por la obra de Dios desde su conversión hasta el día de su muerte. Su vida de oración fue notable entre los cristianos del primer siglo. Su ministerio se centró en Jerusalén al ser pilar de la primera iglesia cristiana. Su dedicación al evangelio de Jesucristo lo llevó a ser martirizado cerca del año 62 dC, se sabe que fue empujado desde lo alto del templo pero la caída no lo mató, y estando en el suelo, fue apedreado y golpeado duramente hasta morir.
Aun cuando Santiago fue el medio hermano de Jesús, él no se autoproclamó con este título al presentarse a su audiencia en esta carta, cosa que pensaríamos que le asignaría un valor importante a su vida y ministerio; en vez de decir “hermano de Jesucristo”, él se dice “siervo de Dios y del Señor Jesucristo”, considerando más importante para él identificarse como un “siervo” (gr. Doulos, esclavo) del Cristo, a quien consideraba Dios y Señor (gr. Kurios).
Un elemento más a resaltar en la vida de Santiago es su intención al escribir esta carta, pues fue enviada a los cristianos del mundo, escrita a los creyentes que habían sido dispersos a causa de las persecuciones que se derivaron de los problemas registrados en Hechos 12. La epístola de Santiago fue escrita después del martirio de Esteban (Hech. 7:55-8:3), cuando los cristianos del primer siglo en Jerusalén, fueron esparcidos por todo el mundo romano (Asia menor, Grecia, Roma, Chipre, Egipto).
Es de admirar el interés que Santiago tenía en que los primeros cristianos fueran fortalecidos con las verdades contenidas en esta carta, exhortados a permanecer en la conducta piadosa, a permanecer con fe en las pruebas y tentaciones, a depender de Dios en la oración, a afirmarse en la fe verdadera, entre otras cosas.
La vida de Santiago es un ejemplo de devoción y servicio en nuestra vida cristiana.
Y tú, ¿Qué admiras más de este hombre de Dios?, ¿qué enseñanza útil te deja la vida y ministerio de Santiago?