¡SEÑOR, SÁLVANOS QUE PERECEMOS!
"Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se
levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero
él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor,
sálvanos, que perecemos! Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe?
Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande
bonanza. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun
los vientos y el mar le obedecen?"
Mateo 8:23-27.
En las más feroces tormentas, la presencia de Cristo a
nuestro lado nos garantiza la paz.
Aquel día en Galilea se levantó una gran tempestad en
el mar, tanto que las olas cubrían la barca. Es asombroso observar en el relato
bíblico, que los discípulos de Jesús, aun cuando varios de ellos dominaban el
oficio de pescadores, temieron al estrepitoso mar que se levantó con furia. La
tempestad era atemorizante, el rugido del mar y el agua dentro de la barca
amenazaban su integridad.
Es casi inimaginable que los pescadores dieran gritos
de pánico al ver aquella escena tan desafiante; se veían ellos mismos prontos a
morir ahogados porque la barca estaba a punto de voltearse en aquella feroz
tormenta.
Como humanos muchas veces sentimos miedo ante las
adversidades que no podemos controlar; ellas nos intimidan y provocan en
nosotros angustia y desesperación que roba nuestra paz.
Lo que estos discípulos nunca olvidaron es que Jesús
aquella noche estaba en la barca con ellos ¡y eso lo cambiaba todo! Si Jesús no
hubiera estado en esa barca, la historia de estos pescadores hubiera sido
distinta, pero Jesús estaba allí, y pudieron contar con su pronto auxilio.
El salmo 46, un salmo de confianza en nuestro Dios;
declara que el Señor es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en
las tribulaciones, y aunque sucedan los más grandes fenómenos de la naturaleza
que pongan en peligro nuestra integridad, podemos contar con la paz que brinda
la presencia de Cristo a nuestras vidas. En el salmo 46 se basó Martín Lutero
hace quinientos años para escribir el himno evangélico: "Castillo
fuerte", el cual la primera estrofa dice:
Castillo fuerte es nuestro Dios,
defensa y buen escudo.
Con su poder nos librará
en este trance agudo.
Con furia y con afán
acósanos Satán;
por armas deja ver
astucia y gran poder;
cual él no hay en la tierra.
Los discípulos habían visto la autoridad de Jesús
sobre la enfermedad y sobre los demonios, pero nunca sobre la naturaleza, es
por esto que dudaron en la capacidad del Señor de calmar la tormenta, por lo
que Cristo les exige y reprende su falta de fe.
En el relato bíblico podemos admirar a Jesús dormido;
su mente y pensamientos están tranquilos, confiando en el amoroso cuidado de su
Padre celestial sobre él; en profunda quietud estaba su alma descansando en
aquella barca, tanto que ni siquiera el gran rugido del mar perturbaba su paz.
El Señor nos enseña de esa misma manera a confiar en él.
Punto de reflexión:
Piensa en esto, si Jesús tiene el poder de calmar las
tormentas de la naturaleza, podrá también calmar la intranquilidad de tu
corazón, confía en él.
Amigo, asegúrate de estar en la barca con Jesús, Si
Jesús está en tu barca (Si estás en Cristo) debes saber que estás seguro, sí, ¡estás
seguro en Él! Jesús está presente para calmar esos vientos que te son
contrarios, calmar esas olas impetuosas que roban la paz de tu corazón.
Fe es la convicción de que Dios obrará a nuestro favor
aun cuando no vemos su mano moviéndose en nuestra vida. Confiemos en Jesús,
pongamos nuestra fe y confianza en aquel que es capaz de calmar incluso los
vientos y al mar.
? Señor,
ayúdame a confiar en ti en los momentos de tribulación. ¡Sé que estás en mi barca!
¡Vive y comparte!