Gustavo Miranda

¡SEÑOR, SÁLVANOS QUE PERECEMOS!

"Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?" Mateo 8:23-27.

 

En las más feroces tormentas, la presencia de Cristo a nuestro lado nos garantiza la paz.

 

Aquel día en Galilea se levantó una gran tempestad en el mar, tanto que las olas cubrían la barca. Es asombroso observar en el relato bíblico, que los discípulos de Jesús, aun cuando varios de ellos dominaban el oficio de pescadores, temieron al estrepitoso mar que se levantó con furia. La tempestad era atemorizante, el rugido del mar y el agua dentro de la barca amenazaban su integridad.

 

Es casi inimaginable que los pescadores dieran gritos de pánico al ver aquella escena tan desafiante; se veían ellos mismos prontos a morir ahogados porque la barca estaba a punto de voltearse en aquella feroz tormenta.

 

Como humanos muchas veces sentimos miedo ante las adversidades que no podemos controlar; ellas nos intimidan y provocan en nosotros angustia y desesperación que roba nuestra paz.

 

Lo que estos discípulos nunca olvidaron es que Jesús aquella noche estaba en la barca con ellos ¡y eso lo cambiaba todo! Si Jesús no hubiera estado en esa barca, la historia de estos pescadores hubiera sido distinta, pero Jesús estaba allí, y pudieron contar con su pronto auxilio.

El salmo 46, un salmo de confianza en nuestro Dios; declara que el Señor es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones, y aunque sucedan los más grandes fenómenos de la naturaleza que pongan en peligro nuestra integridad, podemos contar con la paz que brinda la presencia de Cristo a nuestras vidas. En el salmo 46 se basó Martín Lutero hace quinientos años para escribir el himno evangélico: "Castillo fuerte", el cual la primera estrofa dice:


Castillo fuerte es nuestro Dios,

defensa y buen escudo.

Con su poder nos librará

en este trance agudo.

Con furia y con afán

acósanos Satán;

por armas deja ver

astucia y gran poder;

cual él no hay en la tierra.

 

Los discípulos habían visto la autoridad de Jesús sobre la enfermedad y sobre los demonios, pero nunca sobre la naturaleza, es por esto que dudaron en la capacidad del Señor de calmar la tormenta, por lo que Cristo les exige y reprende su falta de fe. 

 

En el relato bíblico podemos admirar a Jesús dormido; su mente y pensamientos están tranquilos, confiando en el amoroso cuidado de su Padre celestial sobre él; en profunda quietud estaba su alma descansando en aquella barca, tanto que ni siquiera el gran rugido del mar perturbaba su paz. El Señor nos enseña de esa misma manera a confiar en él.

 

 

Punto de reflexión:

Piensa en esto, si Jesús tiene el poder de calmar las tormentas de la naturaleza, podrá también calmar la intranquilidad de tu corazón, confía en él.

 

Amigo, asegúrate de estar en la barca con Jesús, Si Jesús está en tu barca (Si estás en Cristo) debes saber que estás seguro, sí, ¡estás seguro en Él! Jesús está presente para calmar esos vientos que te son contrarios, calmar esas olas impetuosas que roban la paz de tu corazón.

 

Fe es la convicción de que Dios obrará a nuestro favor aun cuando no vemos su mano moviéndose en nuestra vida. Confiemos en Jesús, pongamos nuestra fe y confianza en aquel que es capaz de calmar incluso los vientos y al mar.

 

? Señor, ayúdame a confiar en ti en los momentos de tribulación. ¡Sé que estás en mi barca!

¡Vive y comparte!


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Pastor Gustavo Miranda

Pastor en Iglesia Bautista Berea en Gómez Palacio, Dgo.
Doctor en Teología, maestro en educación y ministro de música y adoración.

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