LA HIGUERA SIN FRUTO
“Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos” Marcos 11:12-14.
La higuera es uno de los árboles más reconocidos del tiempo bíblico en Israel. La evidencia de que una higuera está dando fruto es la presencia de hojas. Es posible que Jesús al ver de lejos lo frondosa que estaba la higuera, se acercara a ella para cortar su fruto (aunque él sabía que esta no tenía, pero lo hizo a causa de la enseñanza que estaría a punto de compartir). Al ver Jesús que no tenía fruto, la maldijo: ”¡Que nadie jamás vuelva a comer tu fruto!” v. 14.
Los fariseos del tiempo de Jesús profesaban una fe que no tenían, se engrandecían ellos mismos en su doctrina, y exaltaban su apariencia piadosa, pero su religión no tenía esencia.
Notamos que no era tiempo de higos (v. 13), por lo que la higuera no debía tener fruto, pero al poseer hojas, parecía que la higuera se hiciera ella misma publicidad de su frondosidad, profesaba algo que no tenía.
Una higuera con hojas pero sin higos, es comparada a la religión que no posee un verdadero carácter cristiano. El fariseísmo se caracterizaba por expresar mucha actividad y conocimiento religioso, pero carecía de una verdadera transformación del corazón, lo que hacía nula la experiencia y el conocimiento, no sirve de nada (1 Corintios 13:1).
”Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” Stg. 2:17,18.
El fruto espiritual es el resultado de estar en Cristo; a través de él damos evidencia de haber nacido de nuevo, pues el Espíritu Santo transforma la vida de aquel que se ha rendido al Señor. Así, quien está unido a Cristo, produce fruto, y este fruto espiritual glorifica a Dios y hace evidente nuestra unión con Cristo, al ser sus discípulos (Jn. 15:8).
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” Juan 15:5.
Volviendo al pasaje central, el Señor no maldijo a la higuera por no tener fruto, sino por aparentar tenerlo y carecer de él. Así podemos ver que tan absurdo es presumir de frutos sin portarlos, como carecer de estos cuando realmente debemos producirlos.
ORACIÓN: Señor, permite que mi fe traiga gloria a tu nombre a través del fruto que produces en mí.