LA SANTIFICACIÓN DEL CREYENTE
“como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” 1 Pedro 1:14-16
La santificación en el creyente ocurre en tres etapas: la santificación posicional, la santificación progresiva y la santificación perfecta.
En el momento en que una persona atiende a la invitación del evangelio de Jesucristo, reconociéndole como el Señor y Salvador de su vida, el Señor lo llama “santo”, pues ha sido justificado de sus pecados, apartado para una vida según la voluntad de Dios; esta es la santificación posicional. El Espíritu Santo llegó a morar a su vida, apartándolo para sí y sus propósitos, al otorgarle una nueva posición espiritual en el reino de Dios. La Biblia les llama “santos” a todos los que han creído al evangelio, porque han sido trasladados del reino de las tinieblas al reino de Dios, siendo ahora posesión de Dios y dedicados para Él y sus propósitos. Así, la santificación posicional o regeneración, se da en el momento justo de la justificación La Biblia dice: “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” He. 10:10.
Sin embargo, aun cuando somos ya de Cristo, la naturaleza humana nos arrastra a pecar por medio del impulso natural. Entonces necesitamos la operación de Dios por medio de su Espíritu Santo, el cual nos da poder para vencer el pecado que mora en nosotros y que en nuestra propia naturaleza no podemos vencer. Así, a partir del momento justo de nuestra salvación, el Espíritu Santo comienza un proceso purificador en la vida del creyente, es un proceso continuo en el cual purifica la vida del cristiano de manera gradual de toda inmundicia pecaminosa que brota de nuestra naturaleza humana, pues aunque somos ya de Cristo, el creyente conserva residuos pecaminosos que deben ser diariamente limpiados. Esta santificación se da a medida que el creyente entrega el control de su vida al Espíritu de Dios. A este proceso de santificación continua se conoce como “santificación progresiva”. Dios por medio de su Palabra y de su Espíritu Santo trabajan en nuestra vida para moldearnos a la imagen de Cristo.
“pues la voluntad de Dios es vuestra santificación… pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación” 1 Tes. 4:3,7.
“para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” Ro. 8:4.
A saber, que el creyente nunca alcanzará en su vida humana la santificación completa; esto será una realidad en el estado de la glorificación, cuando esté ausente del cuerpo físico. Puesto que la lucha contra la carne ya no existirá más, esta será la separación total del pecado, el estado de santificación será perfecto, con un cuerpo renovado sin capacidad de pecar, con el que podremos mirar a Dios cara a cara; esta es la esperanza gloriosa del cristiano. La Biblia expresa: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” 1 Jn. 3:2,3.
Gracias Señor por tu Palabra y por la obra que haces diariamente en mi vida
Pastor Gustavo Miranda