A ti, oh Jehová, levantaré mi alma
A TI, OH JEHOVÁ, LEVANTARÉ MI ALMA
“A ti, oh Jehová, levantaré mi alma. Dios mío, en ti confío; No sea yo avergonzado, No se alegren de mí mis enemigos. Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido; Serán avergonzados los que se rebelan sin causa.” Salmos 25:1-3
En tiempos difíciles lo único seguro es poner nuestra confianza absoluta en Dios.
Setenta y dos salmos hablan acerca de enemigos. Muy comúnmente David fue perseguido y se sintió amedrentado por parte de ellos. Pero hoy en día, ¿quiénes son estos enemigos para nosotros? Todo aquel que se opone a que cumplamos los planes de Dios en nuestra vida puede considerarse nuestro enemigo, muchas veces aun nosotros mismos lo somos (1 Timoteo 4:16).
Entendamos que Satanás es nuestro acérrimo rival, él busca con desesperación la destrucción de nuestra vida; con mucha astucia pone en marcha sus diversas estrategias y maquinaciones destructivas, las cuales no debemos ignorar (2 Corintios 2:11). Satanás tiene bajo su poder al mundo para hacernos caer por medio de sus tentaciones y deseos carnales. El poder, la ambición, la avaricia, el éxito terrenal, los pecados sexuales, son apenas algunas de sus muchas estrategias destructivas.
La lucha contra tales enemigos no es una batalla carnal, sino una lucha espiritual (Efesios 6:12), estamos en guerra constante contra el enemigo de nuestra alma.
David sabía esto, que victoria o derrota dependería completamente dónde tuviera puesta su fe, por esto es que al sentirse acorralado ante tantas agresiones de sus enemigos, él declara su más alta confianza: “A ti, oh Jehová, levantaré mi alma”.
El alma es el centro de la persona; si el alma está en Dios, entonces todo el ser lo está también. David no encontró ninguna otra opción o alternativa ante sus conflictos, sino confiar en el Señor y refugiar su alma en él.
El ruego en la oración de David: “no sea yo avergonzado, no se alegren de mí mis enemigos”. La versión DHH dice: “no dejes que me hunda en la vergüenza. ¡Que no se rían de mí mis enemigos!”
No elevar nuestra alma al Señor en tiempos de angustia es casi como creer que por nosotros mismos podemos guardarnos a salvo y luchar carnalmente una cruel afrenta espiritual, no tendríamos ninguna oportunidad de ser así.
El alma es el lugar donde reposan nuestros deseos, el sitio de nuestras emociones, el centro de nuestra voluntad; esta es susceptible al engaño y pronta a ser confundida. Dice la Palabra del Señor que el corazón humano es engañoso y perverso (Jeremías 17:9).
El profeta Jeremías clamó a Dios en una oración similar: “...mi refugio eres tú en el día malo. Avergüéncense los que me persiguen, y no me avergüence yo…”_ Jeremías 17:17,18.
Este salmo nos enseña que nadie que confíe en Dios será avergonzado o confundido, pues Dios defiende a quienes tienen su confianza en él, a quienes elevan su alma ante el Señor.
¿DE QUÉ MANERA ELEVAMOS NUESTRA ALMA AL SEÑOR?
Conectarnos con Dios en oración es depender de él en nuestras debilidades; meditar en su Palabra, llena de confianza y fortaleza nuestra vida espiritual. La comunión constante con Dios a través de la oración y su Palabra, forjan una relación con el Espíritu Santo, quien nos acompaña diariamente brindándonos de su poder en un mundo lleno de crueles enemigos. De esta manera, el Señor pelea por nosotros las batallas que humanamente no podemos.
Levantar nuestra alma al Señor es permitirle su señorío en nuestro corazón, el centro de nuestra vida; al depositar nuestra confianza en el Dios verdadero; solo de esta manera seremos fortalecidos en el poder de su fuerza (Efesios 6:10-18).
“porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” 2 Corintios 10:4
Para reflexionar:
Cuando atacan los crueles enemigos, ¿dónde depositas tu alma, en tus fuerzas y habilidades o en el Señor?
A ti, oh Jehová, levantaré mi alma.