Atesora la sabudiría de Dios
”Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis
mandamientos guardares dentro de ti, haciendo estar atento tu oído a la
sabiduría; si inclinares tu corazón a la prudencia, si clamares a la
inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz;
Si como a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros, Entonces entenderás el temor de Jehová, Y
hallarás el conocimiento de Dios.” Proverbios 2:1-5
Una vez que hemos encontrado la sabiduría (Prov. 1:7), la
Palabra de Dios nos enseña a permanecer en ella. No es suficiente con únicamente
conocerla, admirarla y contemplarla como un tesoro de gran valor, sino es
necesario atesorarla, guardarla en el corazón.
La sabiduría debe inundar la mente y llenar el ser. La
sabiduría es una fuente inagotable de donde podemos saciarnos más y más, y
nunca estar llenos de ella (Santiago 1:5). Se trata de un regalo de Dios, útil,
inextinguible, nadie podría presumir tenerla toda porque es una fuente
inagotable de riqueza; aunque nos llenamos de ella, ella no se termina.
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala
a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”
Santiago 1:5
Al acercarnos con atención el texto (Proverbios 2:1-5),
podemos percatarnos que la sabiduría se adquiere no al esperarla pasivamente, más
bien, es un resultado de una correcta actitud ante la Palabra de Dios:
- Recibir la
Palabra de Dios. v.1
- Guardar los
mandamientos de Dios v.1
- Poner
atención a la sabiduría v.2
- Inclinar el
corazón a la prudencia. v.2
- Clamar a la
inteligencia. V.3
- Dar voz a la
prudencia. v.3
- Buscar la
sabiduría. V. 4
- Escudriñarla
como un tesoro. V.4
- Entender el
temor del Señor. v.5
- Hallar el
conocimiento de Dios. v.5
Podemos observar que estos verbos son acciones progresivas o
actitudes graduales: primero, la Palabra de Dios la recibimos al escucharla
(v.1), entonces debemos guardar sus mandamientos en nuestra mente (v.1). Al
acercamiento a la Palabra debe ser con atención y humildad (v.2), involucrando
no solo los ojos (observación), ni la mente (memorización), sino, el corazón
(sentirla y vivirla) (v.2). La búsqueda de la Palabra debe ser con insistencia,
dedicación (v. 3), mirando cada palabra como un especial tesoro (v. 4).
Entonces, y solo entonces, tendremos un entendimiento del temor de Dios, y
llegaremos a un conocimiento de él (v. 5).
Reflexión:
El necio desprecia la sabiduría, pero los hijos de Dios la
anhelamos, la valoramos, la buscamos como el tesoro más valioso. La sabiduría
edifica, vivifica, transforma la mente y el corazón del individuo. Al hacer de
la sabiduría el tesoro más preciado, nuestra vida reflejará el carácter de
Cristo, y nuestra relación con Dios se profundizará, produciendo frutos espirituales.
Busquemos la sabiduría, encontrémosla a acercarnos
correctamente a la Palabra de Dios.