Gustavo Miranda

Adoptando la misma actitud que tuvo Cristo

Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios” 1 Pedro 4:1,2

 

En estos versos (1 Pedro 4:1-2), el apóstol Pedro nos exhorta a adoptar la misma actitud que Cristo tuvo al estar dispuesto a sufrir en la carne por causa del pecado. La intención de Pedro no es que debamos morir en una cruz como lo hizo Cristo, quien padeció en Su cuerpo en la lucha contra el pecado, sino más bien, nos llama a una disposición diaria de lucha contra el pecado en nuestras propias vidas.

 

Como seguidores de Cristo, estamos llamados a participar en Su sufrimiento, renunciando a los deseos carnales y viviendo con el propósito de hacer siempre la voluntad de Dios. Este compromiso nos exige una transformación interior que nos permita, no solo resistir las tentaciones de la carne, sino también alinearnos completamente con los principios del Reino de Dios, buscando reflejar Su carácter en nuestras acciones y decisiones diarias.

 

El cristiano tiene un llamamiento de parte de Dios a tener una actitud de compromiso con el evangelio, a estar dispuestos a padecer en la carne a fin de buscar la gloria de Dios en su vida.

 

Diariamente, estamos expuestos a toda clase de seducciones del mundo que buscan ganar la batalla contra nuestra santidad y compromiso con Dios. Sin embargo, como creyentes, somos bendecidos con la presencia constante del Espíritu de Dios, quien nos fortalece en nuestras luchas diarias. Él nos da el poder espiritual necesario para vencer en el espíritu lo que en nuestra carne parecería imposible de superar.

 

Reconocemos, desde nuestra perspectiva humana, que somos vulnerables a todo tipo de ataques seductores del enemigo. No obstante, el llamado del apóstol Pedro es claro: debemos ser firmes en nuestro compromiso con el Señor, armándonos con el mismo pensamiento y la misma resolución que tuvo Cristo. Esto implica no ceder ante los deseos carnales intempestivos que buscan alejarnos de la voluntad de Dios, recordando que donde Cristo ya triunfó, nosotros también podemos tener victoria.

 

El sufrimiento y la lucha contra el pecado no son en vano, ya que, con la ayuda del Espíritu Santo, podemos vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, resistiendo las tentaciones que nos acechan, y demostrando con nuestras vidas que somos más que vencedores en Cristo.

 

El apóstol Pedro añade que quien tiene un compromiso serio con Cristo ha hecho una ruptura definitiva con el pecado. Esta realidad es una clara evidencia de una fe auténtica, una fe viva y verdadera. Es la señal visible de alguien que ha sido transformado por el poder del evangelio y ha renacido a una nueva vida en el Señor.

 

Vivir alejados del pecado no significa perfección sin fallos, sino una dirección de vida marcada por el arrepentimiento, la obediencia y el deseo constante de agradar a Dios. El verdadero creyente no cohabita con el pecado, sino que lo combate, lo confiesa y se aparta de él, evidenciando así que ha sido regenerado por el Espíritu Santo y ahora camina conforme al sentir de Cristo.

 

¿Cuánto estás dispuesto a padecer en la carne a fin de buscar la gloria de Dios en tu vida?

Comparte este artículo

92

Pastor Gustavo Miranda

Pastor en Iglesia Bautista Berea en Gómez Palacio, Dgo.
Doctor en Teología, maestro en educación y ministro de música y adoración.

Últimas publicaciones

Deja un comentario