Gustavo Miranda

ÍDOLOS DEL CORAZÓN

"Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.  Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios" Mateo 19:16-24.


Al leer la historia del joven rico, podemos percibir en él, a un gran candidato para ser miembro honorable de casi cualquier iglesia cristiana de nuestros tiempos, quien pudiera ser idóneo para ocupar un cargo especial en los ministerios más sobresalientes en la iglesia cristiana de hoy. Analicemos el perfil de este hombre: 

- Era joven, un hombre con fuerza y vigor. 

- Era rico. Podría ser un miembro activo que pudiera sostener económicamente la obra y ministerio de Jesús. 

- Era un principal de la sinagoga, posiblemente un servidor con experiencia en la liturgia del templo. 

- Era un hombre muy respetado y reconocido en su círculo religioso y social, que gozaba de buena reputación ética y moral. Desde su juventud se había apegado a los mandamientos de Dios, siendo instruido por sus padres.

- Era un hombre que se dirigió a Jesús con mucha propiedad y seriedad en sus palabras: le llamó "maestro bueno", y le hizo la pregunta correcta: ¿qué bien haré para tener la vida eterna?; se dirigió a la fuente correcta, el Salvador Jesucristo.

El joven tenía la actitud correcta, se presentó humilde ante Jesús arrodillándose ante sus pies y exponiendo públicamente su necesidad de tener vida eterna.


¡Sin embargo su distinguido perfil religioso no le fue suficiente para ser considerado en el Reino de Dios!


"¿Qué bien haré para tener la vida eterna?...¿qué más me falta?". vv. 16,20

El hombre pensó que podía, por sus propios medios, ganar la vida eterna. Su orgullo religioso le hacían a este joven pensar que era un hombre devoto que cumplía con las demandas de la ley de Dios; él creyó que podía ser justificado ante Dios a través de sus actos.

Jesús respondió exactamente a su pregunta; para ganar la vida eterna debes cumplir con la ley de Dios (algo totalmente imposible en nuestros méritos).


¿Cuál era el problema de este hombre? Tenía un ídolo en su corazón..

Jesús conocía que el corazón de este hombre estaba enfocado en las riquezas materiales. 


¿Cuál era el problema de las riquezas?

Las riquezas tienden a hacernos sentir satisfechos en esta vida, fomentan un espíritu materialista, de ambición y de falsa independencia, son un obstáculo para que el hombre se acerque a Dios pues no le permite despegar los ojos de este mundo y buscar lo que es realmente verdadero y valioso. Las riquezas materiales siempre han sido un estorbo para escuchar y recibir la Palabra de Dios (Mt. 13:22).

El joven rico no estaba dispuesto a abandonar su cómodo estilo de vida por seguir a Jesús, él no se desprendería fácilmente de sus riquezas para compartirlas con los pobres. Tal fue la tristeza de pensar en deshacerse de sus riquezas ante el desafío de Jesús, que mejor se retiró muy triste del lugar.

Este hombre escondía debajo de su atuendo religioso, un corazón lleno de ambición y dependencia por las riquezas materiales. 

Aprendamos esto, aunque tener riquezas y posesiones materiales no es pecado (Dios nos bendice mucho más de lo que necesitamos o merecemos), el amarlas sí lo es, pues denota nuestro apego a este mundo más que al reino de Dios.

 

Para seguir a Cristo es necesario renunciar a los ídolos que el mundo busca; y aunque tener bienes materiales no son un pecado, engancharse con estos, si lo es. Hay muchos que no están dispuestos a renunciar a sus más prestigiados “tesoros mundanos” por seguir el evangelio Salvador.

 

Es claro que en el Evangelio de Jesucristo no podemos servir a dos señores, y si venimos a Jesús no podremos tener ningún ídolo en el corazón que ocupe el trono donde debe sentarse el Señor y Salvador de nuestra vida, sean las riquezas o alguna otra cosa.

 

Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” Lc. 12:34

 

Para reflexionar:

¿Cómo está tu corazón? Jesús quiere ser el Señor y el centro de tu vida.

 

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Pastor Gustavo Miranda

Pastor en Iglesia Bautista Berea en Gómez Palacio, Dgo.
Doctor en Teología, maestro en educación y ministro de música y adoración.

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