PARÁBOLA DE LA MONEDA PERDIDA
*_“¿O qué mujer que tiene diez
dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca
con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y
vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había
perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador
que se arrepiente”_*
Lucas 15:8-10.
la _”parábola de la moneda perdida”_ (vv. 8-10)
junto a _”la parábola de la oveja perdida”_ (vv. 1-7) y _”la parábola del Hijo pródigo
(el hijo que se había perdido),”_ (vv. 11-32), integran la obra evangelística
de Lucas 15.
He aquí una de las parábolas más sublimes en los
labios de Jesús, que ilustran la salvación de Dios por la humanidad.
_La moneda representa al pecador_
En el suelo sucio está una moneda aterrada y
perdida, posiblemente en un rincón de la casa o debajo de algún pesado mueble. De
la misma manera el hombre se encuentra sucio en su naturaleza, perdido y sin
esperanza. Ese pecador está muerto en sus delitos y pecados (Ef. 2:1).
La moneda no tiene ninguna oportunidad de ser encontrada,
pues aparte de estar extraviada en un suelo, la casa donde se encuentra está en
completa oscuridad. Las tinieblas revelan la condición perdida del pecador.
La moneda está perdida pero no está olvidada por
la dueña, pues ella sabe que le hace falta su moneda.
Aun cuando el valor comercial de esta moneda (un
_dracma_) no merecía la pena para ser buscada; para la dueña representaba un
gran valor, un valor muy especial.
Una moneda nunca pierde su valor por muy sucia
que se encuentre, y así de valiosos somos para el Señor, aunque nos ve en la
miseria, para Él representamos un tesoro especial. Si el pastor estaba
interesado en una oveja de cien, cuánto más la mujer se interesaba en una
moneda de diez.
En la analogía, _la mujer que busca la moneda es
Dios mismo_, quien tiene la iniciativa de buscar su moneda hasta encontrarla,
él personalmente nos buscó sin mandar a nadie más a hacerlo. Así Dios es el
autor de la salvación de principio a fin, Jesús vino a buscar y a salvar lo que
se había perdido (Lc. 19:10). Toda la salvación depende de él, incluyendo la
misma fe que depositamos en él, a él pertenece.
Pero luego al querer buscar la moneda, es
necesaria la obra poderosa del Espíritu Santo, _esa luz que ilumina toda sombra
y revela la verdad de Dios_. La moneda sólo se pudo encontrar gracias a la luz,
a la lámpara que fue encendida para alumbrar, esa lámpara es _la Palabra de
Dios_. Así la obra del Espíritu Santo en el incrédulo es iluminar su
entendimiento a las verdades espirituales de la Biblia para convencer al
pecador de pecado, de justicia y de juicio (Jn. 16:8).
Finalmente, la moneda al ser encontrada, trae un
gozo a la dueña, quien organiza una fiesta para celebrar haberla encontrado. De
la misma manera, el _cielo se regocija_ cuando llegamos al evangelio y somos
encontrados por el Padre, que en su amor nos recuerda que le pertenecemos.
¡Vive y comparte!