Gustavo Miranda

DIOS MIRA EL CORAZÓN

Del Salmo 37

“No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, Y como la hierba verde se secarán. Confía en Jehová, y haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad” Salmos 37:1-3

 

El corazón humano, de manera natural, tiende a ser ambicioso, pretencioso y egoísta, es más engañoso y perverso que todas las cosas (Jer. 17:9). Una de las expresiones carnales de su naturaleza es la envidia.

 

Tener envidia por la prosperidad de los justos es un gran pecado, porque Dios es quien los hace prosperar; y al llegar a sentir envidia de ellos, sería como reclamar a Dios de ser “injusto” por ser bondadoso con sus hijos. Pero tener envidia de la prosperidad de los incrédulos es aún peor, pues su prosperidad material muchas veces es producto de iniquidades; y tenerles envidia sería casi como sentir el deseo de realizar los actos pecaminosos que ellos hicieron para enriquecerse. Pero ¿qué decir de sentir envidia de los logros y éxitos de la gente “honorable”, que han ganado legítimamente esa prosperidad, pero no tiene temor de Dios?

Debemos entender que el éxito y el progreso humano, económico y social, no son nada si quien lo ha logrado no tiene temor de Dios ¡de nada sirve! porque “¿de qué le serviría al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Marcos 8:36). Puesto que la confianza del incrédulo está basada en aspectos materiales, corruptibles (Salmos 20:7), resulta absurdo y necio que alguien con temor de Dios, sienta envidia del triunfo de ellos. 

Charles Spurgeon escribió al respecto de este pensamiento: «Pensamos en un hombre malvado que come una cena magnífica mientras que un hombre piadoso pasa hambre. El malvado come todo lo que quiere, y su mesa está llena mientras disfruta de su comida. Luego vemos el panorama más amplio: come su última comida en el corredor de la muerte y en un momento se enfrentará a un juicio terrible. Ahora, con una perspectiva más amplia, el hombre piadoso no envidia ni se preocupa por el malvado. Los hombres malvados, en lugar de ser envidiados, deben ser vistos con horror y aversión; sin embargo, sus mesas cargadas y sus adornos dorados son demasiado aptos para fascinar a nuestros pobres ojos entreabiertos»

 

El consejo del salmista David cuando vemos prosperar a los impíos es, primero: “No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad”, v. 1 esto es: “guarda la calma”, “no te exaltes”, “no te distráigas”. La razón es esta: la prosperidad pecaminosa es solo un bien temporal, su enriquecimiento es efímero, su alegría es momentánea y pasajera, no permanecerá para siempre. Esa aparente prosperidad es semejante a la hierba que tiene su tiempo de crecer pero se secará muy pronto. Así es el éxito de aquellos que no temen a Dios. 

 

El consejo del salmista continúa: ”Confía en Jehová, y haz el bien” v. 3. En vez de envidiar la prosperidad del impío, mejor ¡confía en Jehová! A diferencia de los éxitos pasajeros de los incrédulos, la bendición que Dios ofrece es bendición real, genuina, bendición estable.

 

Es fácil identificar si un bien material o una prosperidad es bendición de Dios o distracción del mundo: ¿te acerca a Dios aquel bien? ¿Ese éxito bendice la vida espiritual tuya y de tu familia? ¿Se obtuvo aquel bien obrando de manera moral y ética o se logró ejerciendo algún delito? ¿Se consiguió con fraude o mentira dicha prosperidad? ¿Ese logro o crecimiento material me acerca a las actividades de la iglesia y me impulsa a servir en el ministerio o me aleja del servicio al Señor y su obra?¿Ese logro material me inspira a cumplir la voluntad de Dios en mi vida?  Formular estas preguntas es muy importante, porque muchas veces creemos tener bendiciones, pero no lo son, porque obstaculizan nuestra devoción y servicio a Dios, nos alejan de sus sabios propósitos para nuestra vida. Si es bendición de Dios, siempre afectará positivamente nuestra devoción y comunión con el Señor, enriquecerá nuestro servicio, nos conducirá a la santidad y estará alineado a sus propósitos eternos.

 

Para reflexionar:

Confiar en Dios es DEPENDER de él en nuestra vida, ENTENDER que él tiene cuidado de nosotros y CREER que él suplirá todas nuestras necesidades. Dios es un ser sumamente benevolente que honra a los que le honran (1 Samuel 2:30), Dios bendice ricamente a aquellos que ponen en él su confianza y buscan la gloria de Dios en todo momento.

 

ORACIÓN

Señor, guarda mis pensamientos y mis deseos, permíteme aprender a confiar en ti y en la provisión que has reservado para mí, lejos de sentir envidia de los demás.

 


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Pastor Gustavo Miranda

Pastor en Iglesia Bautista Berea en Gómez Palacio, Dgo.
Doctor en Teología, maestro en educación y ministro de música y adoración.

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