“Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa; Líbrame de gente impía, y del hombre engañoso e inicuo. Pues que tú eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado? ¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo? Envía tu luz y tu verdad; estas me guiarán; Me conducirán a tu santo monte, Y a tus moradas. Entraré al altar de Dios, Al Dios de mi alegría y de mi gozo; Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío. ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío” Salmos 43:1-5

En los momentos en que creemos que la justicia humana no está a nuestro favor, podemos recurrir al Juez divino que no abandona las causas de aquellos que claman ante él.

La vindicación es un tema recurrente en los salmos, pues muchas veces David fue presa de sus enemigos, hombres inicuos, quienes sembraron falsas acusaciones en su contra para destruirlo. 

Angustia, desmotivación, desesperación e impotencia, son sentimientos que florecen en nuestra vida cuando experimentamos situaciones de injusticia humana. Al igual que David, nuestra oración pudiera estar llena de porqués, cuestionamientos en busca de explicaciones lógicas a dichas agresiones. Al no encontrar respuesta podemos llegar a sentir abatimiento de espíritu, luto y amargura. 

En esos duros momentos, al igual que David, busquemos ayuda en la fuente adecuada, recurramos al Señor quién es Jehová TSIDKENU, nuestra justicia, él es nuestra roca y nuestra salvación aun en esos trágicos momentos de prueba.

Piensa en esto, en este mundo no es posible encontrar verdadera justicia, primero, porque no hay perfección moral en el ser humano, además, los sistemas del mundo están corrompidos, estos buscan sus propios intereses. Lo ideal es recurrir al Señor, quien no nos desamparará en el día de angustia. Clama a él, y al igual que David, la oración y confianza en el Señor, te llevará al gozo y a la alabanza, al reconocimiento de aquel que lucha por ti, espera en Dios.

tú Señor, sólo tú eres mi justicia.

Pastor Gustavo Miranda