Cristo, piedra preciosa o piedra de tropiezo
”Por
lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal
piedra del ángulo, escogida, preciosa; Y el que creyere en él, no será
avergonzado. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los
que no creen, La piedra que los edificadores desecharon, Ha venido a ser la
cabeza del ángulo; y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque
tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también
destinados” 1
Pedro 2:6-8.
Este pasaje nos
revela una verdad fundamental acerca de la figura de Cristo: para los que creen
en Él, Él es la piedra preciosa y el fundamento seguro sobre el cual se edifica
la fe; sin embargo, para aquellos que rehúsan aceptar su mensaje de salvación,
Cristo se convierte en un obstáculo, una piedra de tropiezo que, por su
rechazo, los conduce a la perdición.
El mismo Señor
Jesucristo, al referirse a la piedra angular, expresó: “Y el que cayere
sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.”
(Mt. 21:44). Este versículo subraya la realidad de que aquellos que se
oponen a la obra de salvación que Cristo ofrece sufrirán las consecuencias de
su incredulidad y desobediencia. La piedra que fue desechada por los
edificadores se transforma en la piedra de tropiezo que, en su caída, produce
la destrucción total.
La piedra
angular es esencial para la estabilidad y la solidez de cualquier construcción,
y de la misma manera, Cristo es esencial para la vida eterna y la redención del
ser humano. Aquellos que eligen no fundar su vida sobre Él, quienes rechazan
este fundamento divino, enfrentan un destino irreversible. El rechazo de Cristo
no es un acto sin consecuencias; aquellos que lo desprecian se exponen a la
caída y a la destrucción final. La vergüenza y la perdición serán su herencia,
porque, al desechar la piedra viva, desprecian el único camino que puede ofrecerles
salvación.
En contraste, para quien edifica su vida sobre el
fundamento de Jesucristo, él es una piedra sólida y tal creyente no será
avergonzado ni destruido. Al construir nuestras vidas sobre Él, encontramos
seguridad en la promesa de que nunca resbalaremos por tener firmes nuestros pies
en la roca inamovible e indestructible.
En Cristo, judíos y gentiles tenemos dos opciones,
aceptar a Cristo, la piedra del ángulo o rechazarla.
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el
que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre
él” Jn. 3:36.
Amigo y hermano, te pregunto: ¿Es Cristo precioso para
ti? ¿has encontrado en él tu delicia? ¿satisface el Señor tu alma? ¿te complace
la obediencia a su Palabra?
Para reflexionar:
Solo quien ha conocido a Cristo como su fundamento
puede gozar de las delicias de su Salvador, él es la roca eterna, y quien
confía en él siendo obediente a su Palabra, sus pies nunca resbalan.