MUJER, ¿DÓNDE ESTÁN LOS QUE TE ACUSABAN?
”…Mujer, ¿dónde están los
que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús
le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más” Juan 8:10,11.
En el tiempo de Jesús, los fariseos eran un grupo de fanáticos
religiosos
que aparentaban piedad y profesaban justicia, pero
escondían en su vestimenta religiosa, su falsa moral. Se creían más santos que
la mujer a la que juzgaban. Pensaban que, por haber encontrado a esta mujer en
el mismo acto de pecado, ella debería pagar las consecuencias que exigía la ley
y ser lapidada, y ellos se creían dignos de emitir este juicio.
Sin embargo, Jesús echó abajo la perspectiva de ellos mismos como
aparentes cumplidores de la ley, y esto lo hizo revelando el perverso corazón
de cada uno de ellos al escribir en tierra cada uno de sus pecados ocultos.
Charles Spurgeon dijo alguna vez: "Nadie es más miserable que el
que peca secretamente, pero trata de preservar su imagen delante de los hombres"
Los fariseos procuraron manifestar su aparente vida piadosa promoviendo
el pecado, pues le tendieron una trampa a la mujer para que ella pecara y
entonces fuera atrapada, además pretendieron ejercer su justicia injustamente,
pues solo acusaron a la mujer, pero no al hombre que estaba con ella. En contraste,
el propósito de Cristo fue conducir a la mujer pecadora al arrepentimiento y
abandono de sus pecados. Jesús no juzgó a la mujer, pero sí reprendió sus actos.
¡Jesús le manifestó su gracia a esta humillada mujer!
¿Quién podría estar libre de todo pecado y ser capaz de arrojar la
piedra contra aquella mujer pecadora? Sólo él mismo, Jesús, pues era la única
persona perfecta en ese escenario, el único Santo, quien nunca había cometido
pecado.
Piensa en esto: ¡el único que podía juzgarnos, decidió perdonarnos!
Jesús no condenó a la mujer, pero tampoco solapó su pecado, Él manifestó
su gracia a través del perdón, y en virtud de ello, la mujer fue restaurada.
Dios le extendió su manto de misericordia a y perdón la mujer.
Dos reflexiones:
1.
¿Eres de los que todo el
tiempo señalan los errores de los demás y los hace sentir culpables?
Aquel que está empecinado
en mirar las faltas de los demás, está llamado a examinarse primero a Si mismo.
El error se debe señalar
y corregir, pero en amor y con misericordia, recordando que todos somos
pecadores y cada uno necesitamos de la gracia de Dios (Stg. 5:20).
2. ¿Te has sentido acusado duramente alguna vez por haber caído en un
pecado? La gracia de Dios se extiende a tu vida y te ofrece el perdón completo;
lo único que necesitas es humillar tu corazón ante el Señor; pídele perdón por
tus pecados y confía en él como tu suficiente Salvador. Él quiere restaurar tu
ser y darte vida eterna. Si ya has hecho esto, ya eres perdonado, _“…vete, y no
peques más”_.
Gracias Señor por la gracia que has derramado en mi vida.
¡Vive y comparte!