NI INQUIETUD NI ENVIDIA, MEJOR CONFIANZA EN EL SEÑOR
Del Salmo
37
“No te impacientes a causa de los
malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba
serán pronto cortados, Y como la hierba verde se secarán. Confía en Jehová, y
haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad” Salmos
37:1-3
El corazón humano, de
manera natural, tiende a ser ambicioso, pretencioso y egoísta, es más engañoso
y perverso que todas las cosas (Jer. 17:9). Una de las expresiones carnales de
su naturaleza es la envidia.
Tener envidia por la
prosperidad de los justos es un gran pecado, porque Dios es quien los hace
prosperar; y al llegar a sentir envidia de ellos, sería como reclamar a Dios de
ser “injusto” por ser bondadoso con sus hijos. Pero tener envidia de la
prosperidad de los incrédulos es aún peor, pues su prosperidad material muchas
veces es producto de iniquidades; y tenerles envidia sería casi como sentir el
deseo de realizar los actos pecaminosos que ellos hicieron para enriquecerse.
Pero ¿qué decir de sentir envidia de los logros y éxitos de la gente
“honorable”, que han ganado legítimamente esa prosperidad, pero no tiene temor
de Dios?
Debemos entender que el
éxito y el progreso humano, económico y social, no son nada si quien lo ha
logrado no tiene temor de Dios ¡de nada sirve! porque “¿de qué le
serviría al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Marcos 8:36).
Puesto que la confianza del incrédulo está basada en aspectos materiales,
corruptibles (Salmos 20:7), resulta absurdo y necio que alguien con temor de
Dios, sienta envidia del triunfo de ellos.
Charles Spurgeon escribió
al respecto de este pensamiento: «Pensamos en un hombre malvado que come una
cena magnífica mientras que un hombre piadoso pasa hambre. El malvado come todo
lo que quiere, y su mesa está llena mientras disfruta de su comida. Luego vemos
el panorama más amplio: come su última comida en el corredor de la muerte y en
un momento se enfrentará a un juicio terrible. Ahora, con una perspectiva más
amplia, el hombre piadoso no envidia ni se preocupa por el malvado. Los hombres
malvados, en lugar de ser envidiados, deben ser vistos con horror y aversión;
sin embargo, sus mesas cargadas y sus adornos dorados son demasiado aptos para
fascinar a nuestros pobres ojos entreabiertos»
El consejo del salmista
David cuando vemos prosperar a los impíos es, primero: “No te
impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen
iniquidad”, v. 1 esto es: “guarda la calma”, “no te exaltes”,
“no te distráigas”. La razón es esta: la prosperidad pecaminosa es solo
un bien temporal, su enriquecimiento es efímero, su alegría es momentánea y
pasajera, no permanecerá para siempre. Esa aparente prosperidad es semejante a
la hierba que tiene su tiempo de crecer pero se secará muy pronto. Así es el
éxito de aquellos que no temen a Dios.
El consejo del salmista
continúa: ”Confía en Jehová, y haz el bien” v. 3. En vez de
envidiar la prosperidad del impío, mejor ¡confía en Jehová! A diferencia de los
éxitos pasajeros de los incrédulos, la bendición que Dios ofrece es bendición
real, genuina, bendición estable.
Es fácil identificar si
un bien material o una prosperidad es bendición de Dios o distracción del
mundo: ¿te acerca a Dios aquel bien? ¿Ese éxito bendice la vida espiritual tuya
y de tu familia? ¿Se obtuvo aquel bien obrando de manera moral y ética o se
logró ejerciendo algún delito? ¿Se consiguió con fraude o mentira dicha
prosperidad?¿Ese logro o crecimiento material me acerca a las actividades de la
iglesia y me impulsa a servir en el ministerio o me aleja del servicio al Señor
y su obra?¿Ese logro material me inspira a cumplir la voluntad de Dios en mi
vida? Formular estas preguntas es muy importante, porque muchas veces creemos
tener bendiciones, pero no lo son, porque obstaculizan nuestra devoción y
servicio a Dios, nos alejan de sus sabios propósitos para nuestra vida. Si es
bendición de Dios, siempre afectará positivamente nuestra devoción y comunión
con el Señor, enriquecerá nuestro servicio, nos conducirá a la santidad y
estará alineado a sus propósitos eternos.
Para reflexionar:
Confiar en Dios es DEPENDER
de él en nuestra vida, ENTENDER que él tiene cuidado de nosotros y CREER
que él suplirá todas nuestras necesidades. Dios es un ser sumamente
benevolente que honra a los que le honran (1 Samuel 2:30), Dios bendice
ricamente a aquellos que ponen en él su confianza y buscan la gloria de Dios en
todo momento.
ORACIÓN
Señor, guarda mis
pensamientos y mis deseos, permíteme aprender a confiar en ti y en la provisión
que has reservado para mí, lejos de sentir envidia de los demás.